“Nel mezzo del cammin di nostra vita
Mi ritrovai per una selva oscura,
Chè la diritta via era smarrita
Ahi quanto a dir qual era è cosa dura”
(“Hacia la mitad de la vida me perdí en una selva oscura
por haberme separado del camino recto:”)
Dante Alighieri. La Divina Comedia


La Divina Comedia es el poema que elevó al Dante a la categoría de emblema del idioma italiano. Es una descripción de su tiempo, un libelo político y un poema de amor; pero yo lo he leído en esta oportunidad, como una larga reflexión de una persona que ha llegado a la madurez y que luego de una juventud agitada e irreflexiva, dedica un poema a analizar las consecuencias de las acciones.

La juventud es la estación anterior a la adultez. Sus principales características son la abundancia de energía, un carácter en formación y la tendencia a andar en manada.

Durante la juventud estamos subiendo la montaña de la vida. Es una tarea ardua de formación de personalidad donde los otros tienen un rol muy importante en nosotros. Vivimos por comparación y necesitamos, dada esta geografía, el apoyo de nuestros cercanos.

En la tarea de escalar utilizamos ciertas herramientas y olvidamos otras. No somos muy reflexivos, nuestra tarea principal es incorporar prácticas y lealtades. Sufrimos las deserciones como traiciones. Sobrevaloramos la acción. Nos duele el fracaso.

Hacia la mitad de nuestra vida, de una manera o de otra empezamos a percibir nuestra altura. El camino se ameseta y el vértigo se diluye. La energía se orienta y las acciones que antes nos divertían, ahora se tornan repetitivas y triviales.

Tomamos conciencia de nuestra individualidad y empezamos a reflexionar sobre el camino que resta por recorrer. Y esa reflexión es muy parecida a la del Dante: Infierno, purgatorio, paraíso.

  • Sebastián se separó hace un mes y no es que no quisiera a Sara… el matrimonio y los hijos les habían secado la vida. El sueldo se iba en el colegio de los chicos y… los chicos. Ambos tenían que recuperar sus vidas.
  • Esteban quiere dejar de ser un adolecente. Con 40 años está cansado y se siente fuera de lugar. Quisiera tener mujer e hijos que le permitan recorrer el resto de su vida con más fluidez y contención.
  • Felipe no vuelve a casa hasta tarde. Le escapa al agobio familiar con una mezcla de after hour, trabajo y secretarias sedientas de privilegios. Le gustaría dar marcha atrás y empezar todo de nuevo.
  • Majo se encuentra repitiendo una y otra vez los viejos trucos para conseguir chico. Claro, con 35 años esos trucos aburren, tienen efecto en los que no le interesan y cada vez duran menos.

La madurez viene cuando el “modelo escalador” de la juventud empieza a chirriar porque la geografía ha cambiado. En ese momento empieza a hacerse imperiosa una herramienta que ha tenido poco uso; la reflexión.

Como el Dante, nos hallamos perdidos en un escenario desconocido, “en una selva oscura”. Y en ese momento lo más importante, es saber que engañarnos a nosotros mismos, es muy mal negocio.-