En el día de hoy mi amigo @ajlopez me dió a leer su post sobre Jean Baptiste Say y su famosa ley sobre el equilibrio macroeconómico.

Me parece que el tema es más que oportuno ya que la discusión sobre la ley de Say tiene que ver con discusiones del orden de «esto provoca aquello o viceversa», es decir qué cosas son causa y qué cosas efecto en la realidad.

Esta discusión que puede parecer a primera vista demasiado abstracta, tiene una enorme importancia en cuanto a política pública y es de alguna manera la clave para entender qué buscan hacer los políticos cuando intervienen en economía.

Fue John Maynard Keynes quien dijo que «los hombres prágmaticos que se creen exentos de toda influencia intelectual generalmente son esclavos de algún economista ya difunto. Los partidarios incontrolados de la autoridad, que escuchan voces etéreas, exudan su frenesí de algún escritozuelo universitario de unos años antes».

Una de las cosas interesantes de las críticas de Galbraith y Keynes a la ley de Say es que ellos refutan una ley que Say nunca estableció. Decir que la oferta equilibra «mágicamente» la demanda no es una formulación; simplemente es un sinsentido.

La controversia sobre la ley de Say nace prácticamente junto a la ley.   Si alguien está interesado en profundizar sus distintos aspectos le recomiendo el libro «Reconsideraciones de economía clásica«de Thomas Sowell. Este libro desgrana la controversia y la interpretación que los clásicos hacían de su formulación.

La ley de Say en economía clásica comprendía seis proposiciones importantes:

1. Los pagos totales de los factores que se reciben por producir un volumen dado (o valor) de producción son necesariamente suficientes para comprar ese volumen (o valor) de producción.

2. No hay pérdida de poder adquisitivo en ninguna parte de la economía, ya que la gente ahorra hasta el límite de su deseo de invertir y no atesora más dinero del que necesita para sus negocios en un período determinado.

3. La inversión es sólo una transferencia interna, no una reducción neta de la demanda agregada. La misma cantidad que podría haber gastado el consumidor económico la gastarán los capitalistas y/o los trabajadores en el sector de bienes de inversión.

4. En términos reales, la oferta iguala a la demanda ya que cada individuo produce solamente a causa de su demanda de otros bienes y hasta el límite de ella. (A veces se apoyaba a esta doctrina, demostrando que la oferta iguala a la demanda ex-post)

5. Una mayor proporción de ahorro provocará mayor proporción de crecimiento siguiente de la producción total.

6. El desequilibrio de la economía puede existir solamente cuando las proporciones internas del producto difieren de las proporciones preferidas por los consumidores, NO porque el producto agregado sea excesivo.

Nunca hubo controversia respecto a las tres primeras proposiciones por parte de los economistas reconocidos del período clásico, tanto ortodoxos como disidentes.

La ley de Say plantea un agregado sobre las decisiones individuales. Lógicamente no importa que es primero si la oferta o la demanda, lo que sostiene es que para que un individuo pueda comprar (demandar) primero tiene que haber vendido algo (ofrecer). En este sentido, la ley de Say establece los fundamentos microeconómicos de la macroeconomía. No dice que «el equilibrio es inevitable» dice que los desequilibrios tienen que ver con decisiones de los consumidores.

Nokia puede ofrecer un producto que la gente no acepte y esto no provoca «superproducción», es simplemente una mala oferta de Nokia. Ex.ante (es decir en el momento de la toma de decisiones económicas) no tiene por qué existir equilibrio; ex-post (es decir, cuando los consumidores han juzgado las ofertas) hay ganadores y perdedores pero la economía se encuentra limpia como un mercado de frutos al final del día. En palabras de John Stuart Mill: «la producción no es excesiva, sino que simplemente su composición es incorrecta».

David Ricado mismo afirmaba que «en toda época el mal específico era la mala adaptación de los bienes producidos a las necesidades de la humanidad, y no la abundancia de tales bienes». «El hombre yerra en sus producciones, decía, no hay deficiencia de demanda«.

Obviamente, tanto Keynes como Galbraith sabían demasiado de economía como para criticar una simple ecuación contable como es el equilibrio macroeconómico ex.post, para ellos los desequilibrios se producían por errores en la percepción del consumidor ex.ante frente al futuro. Estos errores del consumidor hacían caer a las economías en trampas o ilusiones de las que había que salir mediante políticas públicas activas, principalmente gasto público y emisión monetaria.

El pensamiento económico es un dialogo permante entre distintas ideas, la farmacopea keynesiana  se transformó en una receta particular para salir de las recesiones y evitar estancamientos, pero su abuso demostró generar escenarios de alta inflación y estanflación (inflación más recesión).

Esto fue lo que sucedió en la decada del 70′. Fue durante esos años en que la ley de Say volvió a ser revisada y dio surgimiento a la nueva macroeconomía (Robert Barro, Robert Lucas Jr., Thomas J. Sargent ) con un nuevo aporte de los fundamentos microecónomicos. Esto zanjó el divorcio impuesto por Keynes entre ambas disciplinas y abrió el camino para «un campo unificado» .