Salomé y sus gustos peculiares

En estas épocas de medios desenfrenados, insulto a diestra y siniestra y mentiras evidentes, las discusiones sobre el poder parecen haberse licuado en un vendaval de «ruido y furia sin significado». Lo políticamente correcto se usa para callar a la verdad y el poder se esconde para ser ejercido con la misma violencia pero usando la sutil sonrisa del cínico.

Es entonces que se hace más necesario que nunca escribir sobre el poder. Porque el poder, la voluntad de dominar, es el motor de la civilización. Es el aliado y el enemigo. El fabricante de riqueza en la paz y la lógica en la destrucción y la guerra. Es la cultura, el arte, el genocidio y la tiranía. Es indestructible, siempre está, legítimo o ilegítimo, ejerciéndose en las relaciones entre los humanos.

A mi entender, y hasta que otros identifiquen nuevos, existen cuatro fuentes de poder, cuatro herramientas utilizadas para construir poder: la inteligencia, la belleza, el dinero y la fuerza. Cada una de ellas tiene una mayor o menor preponderancia dependiendo del contexto en que se ejerza.

En un campo de batalla luchando a escudo y espada, la fuerza y la inteligencia son importantes mientras que el dinero y la belleza son superfluos. En un debate parlamentario, la fuerza pasa a un segundo plano y la inteligencia, el dinero y la belleza ocupan un lugar más relevante. En las cortes absolutistas, la belleza y la inteligencia eran vitales mientras que la fuerza y el dinero eran peligrosos.

Estas cuatro fuentes dan poder simplemente porque son las cuatro formas en las que influimos en el otro. Y la definición más obvia de poder es la capacidad de influir en la sociedad. La sociedad son los otros.

La inteligencia, desde mi punto de vista, ha

A Dalila no le gustaba el corte de pelo de su novio Sansón

sido y es la herramienta más amplia, eficiente y versátil para construir poder. El hombre inteligente es útil para todos por lo que es valioso y necesario para la sociedad en general.

La inteligencia desarrolla habilidades sociales y manuales. Resuelve problemas, entretiene. Crea riqueza, belleza y fuerza. Entiende y proyecta.

El hombre inteligente puede también ser manipulador, con lo que este ejercicio del poder adquiere dimensiones peligrosas e inclusive ilegítimas.

Por suerte, la inteligencia se encuentra bastante bien distribuida y el propio desarrollo intelectual crea sus contravenenos al venir generalmente acompañado de pruritos morales.

A su vez, la sociedad se encuentra bastante a resguardo de los sociópatas y estos mismos tienden a boicotear sus propias acciones en un disfrute personal de su ejercicio del poder.

La segunda fuente de poder en orden de eficiencia y plasticidad es la belleza. El espíritu humano siempre ha tenido una particular debilidad frente a lo que considera atractivo. Probablemente sea el resabio más atávico de lo que Darwin denominó «selección sexual». La belleza tiene a su favor la evidencia y la inmediatez de lo subjetivo. Genera la urgencia de la droga y nubla la inteligencia.

La belleza nos afecta física e intelectualmente; duele en el alma y en el cuerpo. Cuando vamos hacia algo que queremos porque nos gusta y esa voluntad nos rechaza, no hay solución ni inteligencia que lo resuelva. Nos disminuye, destruye nuestra autoestima.

La danza de Salomé, lo ruegos de Dalila, la presencia de Cleopatra son ejemplos históricos de cómo el poder de la belleza ha influido en la historia humana.

Es cierto también que el ejercicio de la belleza no tiene la amplitud ni la duración de la inteligencia. La belleza, como se han lamentado tantos poetas, es breve y se ejerce presencialmente. Además, si bien Cleopatra era hermosa para César y Antonio, no resultaba atractiva para Octavio. La naturaleza subjetiva de lo estético fija su límite.

Sísifo, la condena al representante griego de la astucia para alcanzarlo todo. El trabajo inútil.

Es justo hacer notar que la belleza para ser realmente ejercida como poder requiere de la inteligencia. Sin un poco de cacumen ni hombre ni mujer atractivos superarían el rol de prostitutas de lujo. Pero la inteligencia con la belleza pueden alcanzar casi todo. Sobre todo si esta combinación viene acompañada de cierta sordera de escrúpulos.

Finalmente nos encontramos con el dinero que, en mi opinión es una derivación de la inteligencia y la belleza. No se hace dinero sin otra fuente de poder pero el dinero nos sirve para atesorar ese poder ejercido. El dinero es poder y multiplica ese poder en su capacidad de comprar voluntades.

El problema que tiene el dinero como fuente de poder es que si no se ejerce con inteligencia viene acompañado de otros atributos que le quitan eficacia, principalmente la humillación de quien es comprado. Por eso debe ejercerse sutilmente ya que su utilidad, a diferencia de la inteligencia o la belleza, radica en hacer que la gente haga cosas que no quiere hacer.

La inteligencia y a belleza nos atraen, el dinero nos empuja. La inteligencia y la belleza nos hipnotizan, el dinero justifica acciones no queridas.

La última de las fuentes de poder es la más obvia, la más vieja y, seguramente, la menos útil. Pero, bajo ciertos contextos, claramente es una fuente de poder.

Sansón, Heracles, Aquiles era campeones de su pueblo por su fuerza física. Los vikingos conquistaron media Europa por ser guerreros fabulosos. Todavía hoy tanto a hombres como a mujeres nos atrae el ejercicio de la fuerza física.

Gengis Kan edificó el imperio más grande de la historia en kilómetros cuadrados pero no duró más que su vida.

La fuerza física se parece a la belleza pero se ejerce de manera parecida al dinero. Puede atraernos pero nos produce miedo. De hecho siendo posiblemente la fuente más antigua de poder y ejerciéndola de manera tosca es, a su vez, una fuente de frustración ya que quien la posee siente más poder del que hoy la sociedad le otorga, por lo que genera las situaciones de violencia típicas de nuestro tiempo.

Es por lejos la fuente de poder más pobre en la actualidad, dura poco como la belleza, está muy controlada, es poco valorada y cada vez menos atractiva. Es un indicador de salud por lo que se potencia fuertemente si viene acompañada de inteligencia y belleza, pero sola vale poco.

Es interesante hacer notar que la belleza aparece como la fuente de poder inherente al género femenino y la fuerza al masculino. Nos es que no haya habido en la historia Walquirias guerreras ni hermosos Brummel para refutar esta idea. Pero convengamos que la estadística histórica es evidente en este punto.

Eso explicaría bastante bien la evolución hacia una sociedad más igualitaria ya que la fuerza viene perdiendo lustre a través de los siglos pero la belleza sigue siendo tan poderosa como siempre.

Lo cierto es que los individuos más poderosos de la historia de la humanidad, quienes influenciaron de manera más dramática, tuvieron una correcta combinación de todas estas fuentes adaptadas al contexto en que vivieron.

Fuerza, dinero, belleza e inteligencia son herramientas para construir poder. Pero el poder es una herramienta para cambiar el mundo por lo que todavía nos está faltando el motivo, el fin, la meta.

El poder puede servirnos para construir imperios, generar riqueza o hacernos de la cabeza de Juan el Bautista. Todos tenemos una cuota de poder que ejercemos de manera más o menos astuta pero la humanidad progresa cuando ese poder se encuentra distribuido en forma óptima. Pero ese tema ya es para otra reflexión.

Federico II Hohenstauffen llamado «Estupor mundi» fue emperador del Sacro Imperio y el hombre más poderoso de su época. Nada quedó de su poder a su muerte