Querido amigo:
¿Cómo va todo por la apacible tranquilidad de la Pampa Argentina? Me imagino la buena disposición que tendrás hacia el género humano cuándo lo único que puede interrumpir tu soliloquio es el rumiar de los animales y el viento sobre tu ventana.
Todo es diferente acá en Buenos Aires. Entre el ritmo alocado de la gente, el ansia de destacarse hasta en la más nimia conversación, la vida familia demandante y la actividad pública desesperada, no sé como no estoy definitivamente misántropo; lo que si sé es que la necesidad de esconderme en mi escritorio cada vez se parece más a la hibernación de un oso gris americano.¡Sólo me falta rugir!
Entre las cosas que me han sacado de quicio esta semana se encuentra la pertinaz y metódica cantinela de las campañas políticas en víspera de elecciones. Esta gente se ha creído el cándido comentario de Goebbels y se dedica a mentir como si de ello dependiera su vida. Tal vez es así y tal vez así deba ser…
En alguna medida, el motivo de esta carta que te escribo para contarte y contarme los avatares que sufrimos, es este echarle la culpa de todos los males al liberalismo. No sé de donde ha venido a caer tan bajo una palabrita de origen tan noble y que a mí todavía (debo ser el único en este bendito país) me conmueve hasta las lágrimas. Resulta que ahora es sinónimo de corrupción, culpable del empobrecimiento del pueblo y causante de todas las persecuciones que reciben los sectores más postergados del país.

Yo sé que este tipo de estupideces debería resbalarme olímpicamente pues es solamente una palabra y ni alcanza ni lastima a todos aquellos que han construido el gran andamiaje humanista que ha puesto al hombre por encima de todas sus superestructuras opresoras.
Desde Locke hasta Berlín, los verdaderos liberales están ahí sosteniendo sus opiniones más allá de los prejuicios de los cazadores de brujos y de la represión de los estados, siempre recelosos de los avances del hombre sobre sus propias vidas.
Sucede que hoy he charlado con algunos políticos de la llamada centroderecha argentina y los sentí tan antiliberales que me pregunté en qué partido andarán sufriendo mis hermanos y cómo hacer para dar con ellos de alguna manera.
Se me ocurrió que sería útil poder delimitar el significado del liberalismo, que se podría establecer un criterio de demarcación como el que Popper había tentado hacia la ciencia. Pero que sobre todo tenía que decirme a mí mismo dónde estaba parado como liberal.

En primer lugar, quiero dejar claro que el liberalismo es un principio no una ideología. La diferencia es fundamental, porque determina la naturaleza de lo que significa ser liberal. El Marxismo, el Thatcherismo, el Falangismo son ideologías. Tienen respuesta para todo incluso para las preguntas que no se han formulado. Ser partidario de las privatizaciones puede ser una conclusión liberal a un problema o puede ser una respuesta conveniente para un político deseoso de enriquecerse o para un empresario inescrupuloso. Una ideología tiene enemigos un principio tiene corolarios que deben ser analizados y testados por la realidad.

Liberalismo y Socialismo son principios antinómicos. Existen como herramienta de análisis más allá de los intereses de las personas. Tienen que ver con el grado de responsabilidad que les cabe a los individuos dentro del entramado social. Los liberales soñamos con un mundo donde la responsabilidad individual sea la más amplia, donde los hombres se hagan cargo de sus vidas.
Los socialistas, recelosos de los individuos con más poder, creen que deben crear resortes y defensas que eviten abusos de parte de estos.

Como verás represento a la antinomia liberalismo-socialismo como un intento de resolver el problema de la responsabilidad social de la gente. Hasta aquí no hay nada perverso. Socialismo y liberalismo son principios de análisis validos y verificados en la sociedad.
Nadie (o muy pocos) son tan liberales o socialistas como para negar el hecho empíricamente verificable de que las sociedades tienen distintos niveles de responsabilidad-irresponsabilidad frente a sus pares.

La diferencia reside en el principio de donde se parte, y si lo planteamos de esta manera es tan fructífero que solo puede conducir a una solución consensuada. Ante un problema concreto el socialista planteará argumentos que apunten a acotar el margen de acción de los individuos guiándolo hacia el camino correcto. El liberal confiará en que la gente elaborará la solución y la encontrará siguiendo su camino. Tengo el convencimiento de que lo que hace que el socialista o el liberal lo sean es el pesimismo u optimismo sobre la capacidad de los individuos de alcanzar los medios para resolver sus propios problemas.
Si estoy en lo correcto, tanto liberales como socialistas deberían llegar a soluciones muy similares, porque el punto de partida de un análisis es irrelevante si éste se sigue hasta hallar la mejor solución disponible. Esto efectivamente se verifica en las democracias madura donde el juego de intereses es tan equilibrado que el debate tiene niveles elevados de racionalidad y elementos de juicio.

En nuestro país, el cual podríamos llamar “El paraíso de Goebbels”, esto no se verifica. Las reglas del juego no plantean un debate sobre los medios para resolver un problema, de hecho no existen los problemas. Hay enemigos que evitan que los buenos logren la felicidad del pueblo. Un criterio tan primitivo de análisis invalida cualquier noción de socialismo o liberalismo. Chávez no es socialista, es un autócrata que esgrime una palabra para enardecer a las masas y someter a quienes no le obedecen. Las llamadas política liberales de los 90 eran una excusa para obtener créditos y mantener un estado deficitario e ineficiente.

Obviamente, el socialista tenderá a encontrar las soluciones en un mayor numero de leyes que reglamenten el funcionamiento del tejido social y una participación más activa del estado.
El liberal en contraposición, confiará más en la actividad de los privados y en la espontánea respuesta social.
Lo importante es que tanto liberales como socialistas sean democráticos, es decir respetuosos de las posiciones del otro y ansiosos por hallar la mejor solución posible.
Socialismo y liberalismo es mucho más de lo que nos ha tocado en suerte a los argentinos. Por desgracia, en vez de esos principios se nos ha dado mucha, pero mucha riqueza material…