Probablemente no haya dramaturgo en la historia que haya enfrentado de una manera más valiente a la hipocresía de la sociedad como lo hizo Henrik Ibsen. Su obra es de lectura obligada para cualquier espíritu libre pues describe, de la manera más descarnada y cruda, lo que debe esperar un hombre que vive en sociedad y que aspira a pensar por sí mismo.
No hubo negociación posible entre Ibsen y su época. Él vivió en carne propia la hipocresía de una madre religiosa e introvertida conviviendo con un padre un poco demasiado alegre. La quiebra familiar que sobrevino cuando él tenía sólo ocho años debió haber funcionado como un acto de justicia que buscaba darle coherencia a un mundo que no la tenía para nada.
Para Ibsen la elección siempre era el camino más difícil. Como Tolstoi, en el sacrificio estaba la redención. Decidió vivir de sus obras, le fue muy difícil. Su primer trabajo, Catilina, no fue representada. Nótese que, ya su primer escrito, en su etapa romántica involucraba el dilema moral de un disoluto tratando de hacerse del poder.
«Un enemigo del pueblo« relata como un hombre honesto debe enfrentar a toda su sociedad cuando descubre que las aguas del balneario del pueblo, principal fuente de ingreso de sus habitantes, están contaminadas.
Frente a esta realidad se manifiestan todos los monstruos que viven escondidos detrás de las buenas costumbres. Ya no hay amigos ni piedad. El pueblo entero intenta callarlo, ocultar la verdad y sobrevivir. La negación es la perfecta respuesta que da la sociedad frente a la crisis. Y la persecución al mensajero.
A su vez, el protagonista adopta una actitud irreconciliable. La verdad no se negocia, es necesario decirlo todo, denunciar a la hipocresía y hundirse en la soledad.
El telón cae con la idea rectora de Ibsen, «el hombre más fuerte del mundo es el que está más sólo«.
Se conjetura que «Un enemigo del pueblo» tuvo su origen en las terribles críticas que Ibsen sufrió por «Espectros«, una obra que bien podría representar el destino de los argentinos de los últimos 60 años. Fue prohibida el día de su estreno en Alemania y no fue representada en Noruega por 15 años. Era demasiada realidad para sociedades negadoras.
«Espectros» es la historia de una familia cuya estructura moral está signada por la hipocresía, el padre alcohólico ha tenido una hija con la sirvienta, y la madre religiosa lo tolera para mantener la estructura familiar. Finalmente el hijo hereda las conductas del padre y se acuesta con su media hermana frente al resignado sufrimiento de la madre. No hay solución en la negación de la realidad, sólo se profundiza la decadencia. La salida está en combatir la hipocresía y se enfrentar la maldad.
El siglo XIX dió a los primeros grandes inadaptados de la humanidad. Gente que habiendo presenciado la muerte de dios se negó, sistemáticamente a abandonar su vocación de santidad.
Aunque sea difícil aceptarlo, la negación bien puede ser un mecanismo de autopreservación del individuo o del cuerpo social para evitar incluso la muerte o la desaparición; ¿Qué sucedía si los habitantes del pueblo reconocían que las aguas estaban contaminadas? ¿Cuáles iban a ser las consecuencias? Impredecibles… por eso los grupos sociales utilizan tal vez inconscientemente la estrategia de negar que «el rey está desnudo» porque como dijo también un famoso dramaturgo «ante la pena y la nada, me quedo con la pena…»
Se menciona la palabra negociación, y creo que es la clave, la salida más sana. Negociar con uno mismo, aceptando nuestras falencias como individuo o como sociedad para salir de a poco de la negación, sin caer en la autodestrucción.
Tiendo a estar de acuerdo con vos. El compromiso con la verdad no debería estar divorciado de las consecuencias reales que puede tener para con la sociedad. Lo dificil se encuentra en establecer el criterio de demarcación entre nuestro compromiso con la verdad y nuestro compromiso con la vida en sociedad. Ser demasiado radical en la defensa de nuestras verdades nos deja solos, ser demasiado flexibles nos hace perder el sentido de nuestras vidas. Hay algún punto en el medio en donde podemos ser sinceros y autenticos con nosotros mismos y, a la vez, entender y aceptar las hipocresías propias de la vida en sociedad.